El consuelo del metro

Ángela

El sonido del bullicio y la prisa le daban la bienvenida, acompañado, cómo no, de una marea de personas, que caminaban rebasándolo, como si su existencia fuera fantasmagórica.


Las luces brillantes combinadas con los grises y los estridentes colores de los anuncios y líneas, provocaban que su confusión solo fuera en aumento.


Todo lo hacía sentir inmerso en un laberinto deshumanizante, que le robaba todo ápice de singularidad.


Cada paso parecía sumar peso a la maleta que arrastraba a sus espaldas, la que había llenado de sueños e ilusiones, antes de aterrizar en esta ciudad.


  Con el corazón encogido franqueó las puertas del vagón, de repente el tiempo se detuvo, ahí nadie corría. El nudo de su garganta comenzó a desatarse al verse rodeado de personas tan distintas, que igual que él, habían decidido embarcarse en esa aventura.


La letra de una canción que tocaban en el vagón de al lado, le hablaba de nuevas oportunidades. En ese momento, las luces dejaron de dañar tanto sus ojos, los colores dejaron de ser tan molestos y su corazón dejó de estar tan angustiado, encontrando consuelo en un viaje de metro.

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