Jóvenes, ocio y consumo

September

Cojo el metro para volver de fiesta porque soy joven y no me permito los taxis. Su sistema sanguíneo riega Barcelona y las ciudades colindantes mientras oxigena también mi propia cabeza. Desearía estar en algún espacio con aire de verdad, es cierto, pero a su vez también me tranquiliza ser una célula más. Pequeñas hormiguitas obreras volviendo de su ocio o yendo a su negocio (probablemente los negocios de otros, ¿no? ¿Qué rico madruga?). Intento no intercambiar miradas con los ojos cansados de las alarmas de los despertadores e intento conectar con aquellos que, como yo, los tienen sangrientos y abiertos. Compartimos algo, por lo menos en ese momento. La boca me sabe a decepción por el cigarro que he tenido que dejar a medias. Prisa, vivo con prisa. En el vagón me agarro con fuerza para no salir volando. Tal vez si me suelto comience a levitar y no entra dentro de mis planes llamar tanto la atención. Mis amigos se ríen de mí, o eso pienso. Sus sonrisas están pastosas, tienen una ligera pátina de suciedad que les hace sentirse pegajosos sin importar cuánto se relaman. Somos tan jóvenes que solamente existimos nosotros y el corto plazo. Esa gasolina nos lleva a las malas decisiones de las que hoy volvemos. Yo me siento incómoda tocando las manos de extraños en la barra. Cada uno tiene diferentes niveles de vergüenza, supongo. Me gustaría no sentirme tan observada en los espacios públicos. Por lo menos aquí la mayoría de personas va a su bola. Nadie me recordará cuando me baje. Eso podría ponerme triste pero es mejor no pensar en ello. Sé que todo desaparecerá llevado por el viento. Pellizco a aquellos con ojos somnolientos para recordarles que nuestra noche no ha terminado, pues nos vamos a lugares mejores y con menos luz. Pasamos por una parada que me pone nostálgica: aquí vivía yo antes de ser quien soy ahora. No se lo digo a nadie. En algún momento lloraré de pena al pensar en todo esto, pero hoy me centro en aquello que tengo delante. Mis colmillos son puntiagudos y me los toco con la lengua sin llegar a sangrar. Me agito como una maraca. Soy tan joven que tengo miedo todo el rato, así que utilizo los avances de la ciencia para divertirme. Alguien se inyecta cafeína en las venas y yo sonrío mirando hacia abajo. No damos el cante, somos parte del organismo. Equilibrio, ya que nuestro mañana se muestra desesperanzador. Nos bajamos de esta pequeña ventana que da al futuro y correteamos por la andana, yo creo que huyendo. Así me sentía cuando era niña, o eso pienso, no lo sé, no estoy segura. Tal vez debería intentar rememorar con más fuerza. Salimos a la calle y nos cegamos. Me encanta mi ciudad. Los cuerpos que viajaban con nosotros ahora se han volatilizado. Que bien desaprender el concepto de permanencia del objeto. Esos problemas ya no existen, tal vez nunca lo hicieron. Me pregunto si las cucarachas bailan bajo tierra mejor de lo que bailamos nosotros. Tengo 21 años. Soy joven. Soy joven. Soy joven. Tengo granos en la cara y no tengo arrugas. Soy tan joven. Tengo pósters pegados con celo en las paredes de mi cuarto. Soy joven. Tengo tatuajes y redes sociales. Soy joven. Estoy enamorada de todos mis amigos. Soy joven. No sé si tienen sentido las cosas que pienso y estoy obsesionada con aquello que no ha llegado todavía. Soy joven. Soy joven.

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