Todo lo redondo gira
Para Navidad, mi esposo Luis me regaló unos pendientes redondos. Me encantó el regalo. Eran nuevos, aunque el cierre de uno de ellos estaba un poco apretado.
Tengo el pelo largo. Esa noche, mi marido y yo estábamos en el andén de nuestra estación, Sant Andreu (L1), planeando un viaje a Plaza Cataluña para disfrutar de la fiesta navideña. Cuando el tren llegó y sus puertas se abrieron en ambos lados, subimos al vagón.
Al acomodarme el cabello con un movimiento, uno de los pendientes cayó al suelo y rodó rápidamente hacia la puerta opuesta, que seguía abierta. En un instante, desapareció por el hueco. Todo ocurrió tan rápido que apenas tuve tiempo de reaccionar. El ambiente festivo se disipó en un segundo.
Mi marido me abrazó con una sonrisa y me dijo: "Todo lo redondo gira". Sus palabras, aunque simples, lograron consolarme.
Al día siguiente, un trabajador de la estación bajó a las vías y recuperó mi pendiente. Cuando me lo devolvieron, sentí una gran alegría y gratitud hacia esa persona. Hasta el día de hoy, sigo agradecida por su gesto.