La luz en la oscuridad

Némesis Warlock

Cuando llegó al andén de Canyelles, no vio a nadie. Miró el reloj que marcaba el tiempo de espera entre un metro y el siguiente. Diez minutos. Solo le faltaban diez minutos y su sufrimiento acabaría definitivamente. No quería llegar a tal punto, pero ya no podía más. Su situación sólo parecía empeorar día tras día. Al principio, pensó en pedir ayuda, pero eventualmente desistió. No quería ser una carga para su familia, y mucho menos para sus amigos. Volvió a mirar el reloj, el cual indicaba que faltaban dos minutos hasta que llegara el metro. Pensó en llorar, pero ya no tenía fuerzas para ello. Llevaba ya muchos días llorando sola en su habitación, alejándose poco a poco de la realidad. Oyó que el metro se acercaba. Miró a su izquierda y allí fue vislumbrada por la luz del vehículo. Tragó saliva y se preparó para saltar a la vías.



  • ¿De verdad quieres hacerlo?- alguien le preguntó en un susurro- Lo que viene después no es bonito.

  • Me da igual ya todo- contestó sin ganas- Si no lo hago, nada cambiará y mi vida seguirá siendo un sinsentido constante.

  • Oye, eso no es verdad. Necesitas hablar con alguien. ¿Quieres que sea ese alguien?


Miró a la mujer que había aparecido a su lado. Habría jurado que no había nadie antes ahí. Vio cómo el metro paraba delante suyo, cómo la gente bajaba sin prestarle atención y se mantuvo en silencio mientras observaba cómo se marchaba. La mujer seguía ahí, pacientemente esperando una respuesta.



  • ¿De qué servirá hablar contigo? Ni siquiera te conozco.

  • Mejor así- contestó tranquilamente la mujer- Así no te sentirás juzgada por nadie.


Observó la expresión de la otra chica, la cual no estaba segura de poder compartir sus problemas con ella. El reloj volvió a marcar los diez minutos de espera. Finalmente asintió, dispuesta a hablar con ella. Había esperado catorce meses hasta llegar a este punto de su vida, por diez minutos podía esperar y ver que le tenía esta misteriosa mujer que decir.



  • Empezaremos por el principio- comenzó la mujer- Me gustaría que te alejases de las vías, por favor- la chica dudó al principio, pero decidió hacerle caso- Gracias. Me llamo Alba Baeza. ¿Y tú?

  • Lidia Cortés- susurró-.

  • Encantada, Lidia. Y dime, ¿qué haces aquí?


Lidia la miró perpleja, intentando verle el sentido a la pregunta.



  • Dímelo, por favor, sino no podré ayudarte.

  • No puedes hacerlo- contestó de mala gana- Una vez que acabemos de hablar, tú te irás, y yo volveré a intentar saltar a las vías.


Alba sonrió con tristeza antes de decir:



  • ¿Ves? Ya sé por qué estás aquí. Ahora dime, ¿qué te ha llevado a estar en esta situación?


Lidia pensó, intentando encontrar las palabras correctas, procurando decir la verdad con el mínimo de palabras necesarias.



  • Escúchame, querida: sé que ahora lo ves todo negro, pero esta no es la solución. Aún eres muy joven, tienes que seguir. Si no puedes sola, háblalo con las personas que te quieren y busca ayuda. No eres menos valiosa ni más cobarde por pedir ayuda, todo lo contrario. 


Observó a la mujer, la cual asintió con una pequeña sonrisa.



  • Señorita, ¿está usted bien?- la voz del guardia del metro la sobresaltó. Lo miró directamente a los ojos y, muy poco a poco, con lágrimas en los ojos, negó con la cabeza- Está bien. Venga conmigo, la ayudaré.


Lidia se dirigió hacia el guardia, esperando poder encontrar la ayuda que tanto necesitaba. Antes de irse, volteó la cabeza para despedirse de su compañera, pero no la vio.



  • ¿Y la mujer que estaba conmigo?- preguntó-.

  • No había nadie, señorita- le respondió el hombre.


 

T'ha agradat? Pots compartir-lo!