Como caída del cielo
Otro día más, otra mañana monótona y aburrida... son las 6h, recién acabo de despertarme y ya quiero que sea de noche para volver a casa, calentarme cualquier sobra que tenga por la nevera y ver algo en la tele que me haga olvidar mi aburrida existencia semanal.
7:30h parada de Navas, dispuesta recorrer toda la L1 para llegar a mi destino.
Llega el metro, parece que hoy es mi día de suerte, ¡¡¡¡un asiento libre!!!! quien utilice el metro a esas horas sabrá de qué hablo. Fijo la vista en mi objetivo, corro hacia él como si no hubiera un mañana, como si fuera la última gota de agua en medio del desierto, lo siento cerca, ¡ya es mío!
Empiezo a recorrer paradas, gente que sube, otros que bajan, muchos con sus móviles y otros simplemente como yo, esperando llegar a su destino.
Es curioso, pero nunca me he fijado en nadie, siempre con la mirada fija en el suelo o en la pantalla que anuncia las paradas.
Por las mañanas el metro es un servicio aburrido donde la gente vamos con prisa sin pensar en más que en llegar a nuestro destino, pero... ayyyyy amigo!!! increíble lo que me encontré una de esas tardes volviendo a casa.
Parada Arc de Triomf, suben unos chicos con guitarras, quien se iba a imaginar que lo que era un simple trayecto en metro se convertiría en una explosión de alegría, fiesta y felicidad.
Primeros acordes de la guitarra que da paso a una increíble voz, se transforma el ambiente, la gente ya no mira sus móviles. Ahora sonríen y algunos siguen el ritmo de la música con los pies, tocan las palmas siguiendo el ritmo y disfrutan. Son dos paradas de pura diversión, dos paradas donde gente que coinciden cada día durante meses han interactuado por primera vez, donde se cruzan miradas, donde de repente te topas con los ojos más bonitos y la mirada más intensa que hayas visto en la vida, donde unos segundos pueden sacar una sonrisa que te llegue al alma y te haga soñar durante días.
Mañana tras mañana, tarde tras tarde regalándonos nuestras mejores sonrisas y miradas sin decirnos nada, quizás nunca llegue el día. Estoy segura que hay muchas historias así en el metro, ¡no voy a ser yo la única! ¿Verdad?
Miradas y sonrisas de adolescentes a nuestros 40 años, qué ternura y cuánta vergüenza, ¡parece mentira!
Si soy sincera he visto esos ojos de mirada y esa sonrisa durante meses y no ha pasado nada.
Pero hoy es el día, el día que coincidiremos, que nos miraremos, nos sonreiremos y yo daré el paso de hablar con el.
Llega el momento, parada Arc de Triomf, diosssss parece que hoy está más guapo que nunca, me hago la interesante, sé que me busca con la mirada, no aguanto más y también lo miro, se fijan nuestros ojos y aparece esa increíble sonrisa, no puedo esperar más, me ganan los nervios, pero estoy decidida, quiero hablar con él, quiero escuchar su voz.
Me levanto con decisión, no le aparto la mirada, camino hacia él, paso firme, nada me puede parar a excepción de una mochila en el suelo que no veo por fijar nuestras miradas y sorpresa... me caigo, caigo a sus pies , el momento más bochornoso o al menos el que yo recuerde de mi vida, no quiero mirar pero noto una mano que me agarra, me levanta y es él, esos ojos tan increíbles ya no tenían una mirada penetrante, ahora estaban llorosos por aguantarse la risa que finalmente no puede contener.
No fue tan mal, tomamos café, me curo la herida de mi rodilla, me acompaño a comprar medias nuevas y ahora, después de mucho tiempo, aún sigue recordando el día que en el metro le cayó el amor a los pies.