Historias del metro

María de la O

El otro día en el metro


me equivoqué de vagón;


una vez allí dentro


mi cuerpo se estremeció.


Toda la gente callada.


Un silencio sepulcral.


Unos altos y otros bajos,


yo me sentí azorada.


Mis ojos recorrían


a lo largo del vagón


encontrar otra mirada


tan inquieta como yo.


Una señora bajita


alzaba la cabecilla,


buscando con mucho aliento


por ver si divisaba,


a lo lejos un asiento.


En la estación de Sagrera,


allí mucha gente baja


y todos a la carrera.


Los asientos ya se llenan


no se vayan a enfriar,


pues la gente recién despierta


la pobre cansada está.


Como palique no encuentro


en algo me tengo que fijar.


Voy mirando los ojos,


las narices, las orejas.


Y ya me monto el cuento.


De alguien muy poderoso


esta obra debe ser,


con los mismos artilugios,


y sin ningún parecer.


Otro día en este vagón no entro


prefiero las dicharacheras,


los mozos y las carteras.


Pero también pienso,


que si no llego a entrar


de todo esto no me entero


y no os lo puedo contar.


La estación ya me reclama,


ya me tengo que bajar.


Son historias de este metro


de mi bonita ciudad.


 

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