Eric y Olivia son Humanos (2)
“Dos metros de la L3 han sido reemplazados tras fallar repentinamente”. Este fue el titular que dio Betevé y que pasó desapercibido.
Lo que la gente no sabe es que las vías del metro de Barcelona cobraron vida tras una lluvia torrencial un 14 de febrero, hace 98 años. Desde entonces, cada vez que un tren recién fabricado toca las vías, despierta. Con el tiempo, aprende a controlarse y hasta a entender nuestro idioma.
He sido maquinista de la L3 y lo sé de primera mano. Lo que nadie ve es que todos los metros dejan de funcionar antes de lo esperado. No aguantan. Algunos se enfadan por ser solo máquinas, otros se deprimen por no encontrar el amor. Nunca valoran la belleza oculta en los detalles ínfimos de las personas.
Hace justo un año, dos metros de la L3 de ida y vuelta se enamoraron, aunque no podían decírselo. Cada vez que coincidían en una estación, la tensión era palpable. Cuando una pareja se equivocaba de parada y cruzaba al andén contrario, el otro metro se ruborizaba, como si fuera un mensaje secreto. Y lo era.
Pero un día ambos cayeron en cuenta de algo: nadie les había puesto nombre. Sin nombres ni confirmación de su amor ambos tomaron una decisión: sabotear el amor de los demás.
Si veían a una pareja, ya no frenaban donde tocaba para facilitar el encuentro. Si llegaban tarde, ya no esperaban. Incluso empezaron a hacer los trayectos incómodos, moviéndose bruscamente cada vez que una pareja intentaba besarse.
Aquel día fue horrible. Pero, al final de la jornada, subieron al metro un chico y una chica. Hablaban junto al pasillo entre vagones, riendo sin parar. El metro, incapaz de contener su rabia, dio un frenazo para tirarlos al suelo. Pero el chico, apoyado en la pared, recibió a la chica en un abrazo. Y fue ahí, en el suelo de un vagón, donde se besaron por primera vez.
El metro completó el recorrido en silencio. Cuando acabamos la jornada, me acerqué al panel de mando y le susurré algo así: "Qué bonito el amor… Encontraremos una forma para que hables con él. Y sí, sé que me escuchas."
En secreto, le instalé un pequeño panel led. Así empezamos a hablar: me hacía preguntas y me contaba lo feliz que era. Por las noches, conectaba a los dos metros a un ordenador para que, al fin, pudieran hablar entre ellos. Quisieron llamarse Olivia y Eric, en honor a aquella pareja.
Cuando esa misma pareja volvía al metro y se colocaba en el mismo sitio donde se besaron, Olivia repetía la misma sacudida para revivir ese momento. Nunca fueron tan felices como entonces. El metro descubrió que sus paradas favoritas estaban en la L3, y ese hallazgo la hizo sentir que su vida tenía sentido.
Pero un día, Eric dejó de aparecer. Olivia se derrumbó. La tristeza los invadió tanto que, una madrugada, llegaron por sí mismos a Lesseps. Un guardia los vio y lo consideraron un fallo técnico grave. Fui con otro compañero a devolverlos a cocheras. No pude hablarles porque sabía lo que iba a pasar. Solo lloré, porque sabía que lo habían hecho para no tener que vivir la pérdida del otro. Querían ser un amor inmortal.
“Dos metros de la L3 han sido reemplazados tras fallar repentinamente”. Este fue el titular que dio Betevé y que pasó desapercibido.