El amor de mi vida

Max

Eran las 6:22 de la mañana, el metro estaba entrando en la parada de Can Vidalet a toda velocidad. Yo siempre me montaba en el tercer vagón, hoy estaba de suerte, había un asiento libre. En el último momento una chica se sentó y me quedé con cara de tonta, disimulé y me agarre a la barra para no caerme. La chica era preciosa, rubia con el pelo liso y tenía una sonrisa preciosa. Llevaba unas gafas de pasta color rojo. Nuestras miradas se cruzaron pero ambas enseguida nos pusimos a mirar el móvil, ese aparato que nos tiene atrapados a todas horas.


El metro llegó a la siguiente parada, pero la chica no se bajo. Yo tampoco me moví, no sé qué me pasaba pero no podía parar de mirarla. 


Sonó el pitido de cierre de puertas y el metro empezó a acelerar, pero freno de golpe. Yo casi me caigo, menos mal que la chica misteriosa me agarró del brazo y me caí encima suya. 


- Gracias... - dije con el susto en el cuerpo.


- No sé qué ha pasado. 


Su voz era preciosa. El metro no sé movía, las luces se apagaron y solo nos iluminaba las luces de emergencia, estábamos en medio del túnel.


La gente se empezaba a impacientar y se ponía nerviosa por estar encerrada. Por mí podíamos estar así todo el tiempo del mundo, porque estaba con ella.


- Por cierto, ¿Como te llamas? - le pregunté 


- Marta, ¿y tú?


- ¡Yo también! 


Se llamaba igual que yo. 


- Mientras estemos aquí no llego a trabajar... Así que es buen plan este - dije


- Pues yo al revés, salgo del trabajo y quiero llegar a casa. 


- ¿De qué trabajas? - lo quería saber todo de ella.


- En el puerto, en logística. ¿Y tú?


- Yo en el hospital, de administrativa.


En ese momento el convoy del metro se empezó a mover, quedaban tres paradas para llegar a mi destino. No me podia permitir perder a esa chica. En la siguiente parada, Collblanc, mientras el metro estaba parado, en un trozo de papel apunté mi número de teléfono. Se lo iba a dar justo cuando me bajase. Porque me moría de la vergüenza. Estaba nerviosa, jamás me había pasado esto, sin duda ha sido un flechazo en toda regla.


La siguiente parada era la mía.


-Ha sido un placer. ¿Mañana nos volveremos a ver? - le pregunté.


-Igualmente, sí, mañana a la misma hora en el tercer vagón.


Le dí la mano y le pasé la nota con mi número, me dirigí a la puerta sin mirar atrás. Salí y el aire en el andén me despeinó. Escuché el sonido de cierre de puertas, me giré y ella me estaba mirando con una sonrisa en la boca.


Noté como me vibrará el móvil en el bolsillo trasero del pantalón, ya sabía quien era sin mirarlo. Desde ese momento no hemos parado de hablar y siempre podré decir que conocí al amor de mi vida en el metro de Barcelona.

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