5 minutos de pensamiento

Saturnina

5 minutos


Ya había bajado las escaleras que lo condujeron a lo subterráneo. Día largo, día pesado. Allí cuando los revoloteos mentales comienzan a asentarse en el suelo, es ese preciso momento en que pensamos con más claridad. Como cuando tras una larga carrera, dejamos de correr y damos esos primeros pasos que salen solos, fluidos, fáciles y el pulso comienza a retomar su rutina. 


5 minutos de pensar. Lo primero que viene a la mente son los pendientes laborales que por inercia llegan a la cabeza dando manotazos sin querer dejarlo ir. Mail arriba, mail abajo, un reminder más para mañana. Pone todo eso en segundo plano y comienzan a aflorar pensamientos de otros colores. 


Llegará a su piso y cocinará. No es su piso, no puede comprarlo. Tendrá que trabajar hasta los 80 para poder pagarlo. Casi que prefiere seguir pensando en trabajo. Piensa en su hija. Azotada por los cambios del divorcio, le sonríe en cientos de recuerdos, esos que en microsegundos hacen que todo lo demás valga la pena. Piensa en el piso vacío que produce una custodia compartida. 


No tiene comida en la nevera, hay que hacer la compra. Es de esos días en que tiene hambre, pero no le apetece ninguna de sus ideas culinarias para esa noche. Recuerda esas cenas de un día cualquiera que hacía su mamá en un día cualquiera en casa cuando era chico. Ese sabor a hogar que solo reconocemos cuando ya estamos lejos. Mamá no se preocupaba por las cantidades de azúcar, por las grasas saturadas ni por la distribución minuciosa de alimentos que él intentaba hacer con su hija. Especialmente después de la última analítica del trabajo que le arrojó un colesterol muy alto para su edad. Tengo que mirarme el tema del seguro de vida. 


Echo de menos a mamá. Puto cáncer. Seguro tendré alguno de mayor. Piensa en otra cosa. No tengo fruta en la nevera, hay que pasar por el super. Otra secuela del colesterol alto. 


3 minutos


Tengo que comprar el regalo para ese cumple. 4 años, qué rápido ha crecido esa niña. ¿Y la mía? 7 ya… Dios, sí que me acuerdo de cuando yo tenía 7. Entonces ella también se acordará de lo que hagamos ahora. Tengo que ser el mejor papá del mundo, por ella. Siempre por ella. Todo por ella. 


Su novia estaba de viaje en casa de sus padres. Ya se sentía un poco grande para decirle “novia”; un poco joven para decirle “mi chica” y un poco divorciado para decirle “mi pareja”. Qué curioso el amor post-matrimonial. Te descubre cosas nuevas que tampoco te sorprenden. Te reconforta y te aletarga al mismo tiempo. Es como volver a ver una peli que te gustaba, pero que ya sabes de qué va y todo lo que va a suceder después. Igual, no puedes dejar de mirarlas. Es un amor maduro, un amor adolescente, un amor visceral, un amor calculado, un amor real.


1 minuto


Los amigos ya están grandes. Cada uno en sus propios torrentes, se hace difícil ya coincidir. Nos veremos en el cumple de 4. Ojalá mamá hubiera conocido a mi hija. Ojalá le hubiera enseñado a pintar ¿Debería ir al psicólogo? Dije que este año empezaría pilates. Tendría que comprarme ese libro de budismo que buscaba hace algunos meses ¿Me renovarán el alquiler al mismo precio? Necesito más dinero ¿Qué será ese dolor que siempre me vuelve en la base del abdomen? Tengo que hacerme el seguro de vida. 


Extraña a su hija. La piensa. ¿Qué actividad haremos el finde cuando nos reencontremos? Ojalá mamá la hubiera conocido. 


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