Misterio en la Línea Roja
Mi padre era una persona muy interesada en los fenómenos paranormales: extraterrestres, presencias del más allá.. Aún no habiendo podido estudiar por el hecho de haber nacido en una familia humilde de un pequeño pueblo de Zamora y ser el mayor de tres hermanos, él mismo se encargó de aprender por su cuenta todo aquello que le interesó.
Mi padre llegó a Barcelona como se suele decir, con una mano adelante y otra detrás. Se instaló en una pensión de un barrio de L’Hospitalet de Llobregat y tras trabajar de soldador por un tiempo, entró a formar parte de TMB. Siempre habló con orgullo de pertenecer al “Metro”, a la familia del “Metro”. Una familia en la que sus miembros se llamaban entre ellos por el primer apellido, tenían un número identificativo de cuatro cifras y una letra que les marcaba los días que libraban. Recuerdo la letra Z, por ejemplo. En TMB conoció a la que acabó siendo mi madre y formó una familia. Soy el mayor de tres hermanos que siempre hemos visto el "Metro" como algo más que un medio de transporte. Aún hoy en día, cuando viajo en él, puedo ver destellos de ese "Metro" con el que crecimos. Destellos del tren de madera de la Línea Uno o del tren futurista de la l
Línea Cinco. Imágenes con mi padre y mis hermanos acompañando a mi madre a entregar la liquidación del día en un despacho en la estación de Urquinaona. El dinero que había cobrado a los viajeros en su “taquilla” durante su jornada.
Mis padres siempre contaban que se casaron en una pequeña parroquia de Mercat Nou. No recuerdo bien la historia y por desgracia ya no les puedo consultar. Realmente me da igual no tener más información. Prefiero quedarme con lo que recuerdo que me explicaron. Seguramente mi padre adornó esa historia consiguiendo que en mi memoria se anclara cual serie de Netflix. Solía hacerlo con frecuencia. Recuerdo escucharle explicar a vecinos y amigos, anécdotas ocurridas en el colegio cuando yo era pequeño. Peleas sin importancia, sin apenas un leve contacto físico, que él adornaba de manera que yo aparecía en escena como un experto en artes marciales, eliminando rivales con la maestría de un imbatible luchador. Cosas que nunca sucedieron. Al menos no de esa manera.
Pues bien, una de esas historias que nos contaba mi padre mientras íbamos a buscar a nuestra madre a la estación de Santa Eulalia (que es donde acababa la Línea Roja), hacía referencia a algo que le explicó un compañero (sí, con su número de cuatro cifras y su letra de turnos). Este compañero le contó que había descubierto un agujero negro entre las estaciones de Mercat Nou y Plaza de Sants. Mi padre nos explicó que ese compañero era experto en fenómenos paranormales, lo cual le daba cierta veracidad a la historia, al menos a ojos de unos inocentes e ilusos niños pequeños. A saber, si el compañero era un experto y a saber que le contó realmente. Seguramente estábamos ante un nuevo episodio de Netflix.
El caso es que, a mis cincuenta vueltas al sol, cada vez que paso entre esas dos estaciones, recuerdo esa historia. Algunas veces incluso presto atención para ver si veo algo extraño. Nunca he visto nada. Lo que sí que veo en ocasiones es a mis padres recién casados saliendo de una pequeña capilla de la estación de Mercat Nou. Y esa película sí que me gusta. Con todos los adornos que pueda tener. Una película que sucedió en nuestro “Metro”. El “Metro” con el que crecimos.