Amor entre andenes
Hacía diez años que ella había muerto.
Diez años desde la última vez que la vi sonreír, desde que me dijo que me quería antes de echar su último aliento.
Zariane y yo nos conocimos con diecinueve años, ambos fuimos nuestro primer amor. Aunque no fue a primera vista ni nada parecido.
En aquella época yo me acababa de mudar a Barcelona, yo era de un pequeño pueblo de Extremadura y ella era de Barcelona desde que nació.
Siempre he pensado que nuestros caminos estaban destinados a cruzarse de una forma u otra.
Siempre he pensado que mi decisión de dejar a mi familia y mudarme a otra comunidad y sobre todo a la gran ciudad iba a ser lo más difícil que había.
—Perdona –fue entonces en ese momento en el que una chica de cabello cobrizo y tez blanquecina me paró en medio del metro de Barcelona–, ¿Me podrías decir qué hora es?
El aquel momento no sabía ni cómo se hablaba, aquella chica me había dejado sin palabras, yo que iba medio perdido en un sitio en el que nunca antes había estado.
—Son las diez menos cinco –conseguí articular al final.
La vi asentir, intenté decirle algo, pero no me dio tiempo, porque cuando lo intenté ella se había ido tan rápido como había aparecido.
No fue la primera ni la primera ni la última vez que la vi.
Pero de algo estoy completamente seguro y es que; desde aquel momento en medio del metro de Barcelona, donde la gente iba como loca, conocí a la que años después sería mi mujer, en la parada de metro de Paseo de Gracia, la conocí y en aquella parada un martes 19 de abril del 1999 me enamoré perdidamente de ella.