La puerta verde

Nano Estrach

Mi abuelo guardaba secretos, tan bien guardados que solo me he enterado una vez se ha muerto. Antes de morir a causa de un cáncer de pulmón, él se encargó de hacer una carta de despedida a sus hijos y a sus nietos. A mí por lo que sea me encomendó una tarea la cual me obligó a no decir nada ni a mis padres ni a ningún familiar. A nadie. 


“Aida, sé qué no estás orgullosa de que fuera guardia civil y del bando Nacional durante la guerra, nunca he contado nada pero ahora admito que era por vergüenza. En el 38, ya sabes que había muchos bombardeos y en Barcelona había cientos de refugios antiaéreos. Entre Plaça Catalunya y Passeig de Gràcia hubo un refugio antiaéreo al cual se accedía por los túneles del metro y la línea que es hoy la L3. Antes de que tomáramos Barcelona, cuando los últimos bombardeos, fuimos informados de que había un refugio y que había la familia de Companys allí refugiada. Mis jefes nos mandaron una tarea, una difícil y jodida tarea, nunca estuve de acuerdo, que conste, me parecía demasiado. Espero que me creas. La cuestión es que los alemanes nos dejaron un gas. Y por los conductos, les echemos el gas. Y nos obligaron a colocar explosivos, para que todo pareciese un derrumbe. La cuestión es que al caer Barcelona  en nuestras manos nos obligaron a destruir todo documento que demostrara la existencia de este refugio. Incluso hoy, sesenta años después, se sigue sin saber nada. Mi objetivo es que tú, por tu pasión por la justicia y tu carrera de historia, consigas que salga todo a la luz. Que la gente recupere a sus familiares.”


“Solo digo una cosa, hazlo tú sola” Acto seguido me daba indicaciones de cómo llegar. No sé si estaba preparada para hacer yo sola algo así de fuerte. Tenía que meterme en los túneles del metro y no lo iba a hacer sola. No sé si hice mal pero se lo conté todo a Joan, mi hermano, confiaba en él más que en ningún otro ser humano sobre el planeta. 


Las dos tardes siguientes nos las pasamos en la biblioteca, leyendo cualquier información sobre refugios antiaéreos, en ninguno se mencionaba nada sobre lo que decía mi abuelo. Pero se sabía que algunos no estaban localizados.


Acabamos colándonos en los túneles, después de haber estudiado todos los movimientos de revisores y guardias. Entramos en los túneles, fríos, húmedos con olor espeso aromatizado por el hierro de las vías. Faltaban apenas una decena de metros para llegar pero empezaron a llegarnos ruidos, muy suaves. Llegamos a la puerta verde, oxidada, pero solo podía ser esa. Detrás se escuchaban voces, mi corazón latía a mil por hora. Abrimos la puerta con un par de golpes con nuestro peso y se abrió.


Tras ella, un habitáculo lleno de gente de todas las edades, solo había algo escalofriante, tenían la misma ropa que la gente de las fotos de esa época. Nos cogieron prácticamente en volandas y nos metieron a toda prisa dentro. Un minuto después un terremoto nos sacudió. Una bomba, gritaban algunos, estábamos confundidos, no entendíamos nada. Acompañamos a un hombre con bigote y con uniforme de revisor a otra puerta, que tras un pasadizo, salía a la calle. Cuando salimos se nos paró el corazón, edificios destruidos, una Plaza Cataluña que no habíamos conocido, gente que cuando nacimos ya estaba muerta. Habíamos viajado en el tiempo y no teníamos ni idea de cómo, aunque solo tenía una sospecha de qué podía haber sido. Tras unos interminables segundos fuera del refugio, unos policías venían hacia nosotros, entre ellos había una cara conocida. Mi abuelo.

T'ha agradat? Pots compartir-lo!