Un día interminable
Me desperté como un día cualquiera a las 8 de la mañana. Me preparé el desayuno, la mochila del colegio y salí de casa. Cuando llegué al metro, esperé en el andén, cuando paró, me senté y me puse a leer un libro mientras llegaba a mi parada. Vi pasar a mucha gente durante el trayecto, pero como iba leyendo tampoco me fijaba. Cuando estaba subiendo las escaleras del metro, oí un grito y al cabo de unos minutos, se oyeron sirenas. Me quedé con un sentimiento de angustia. Me fui al colegio y así pasó mi día.
Al día siguiente, me desperté a la misma hora. Cuando subía del metro, volví a escuchar un grito y se repitió la misma escena. Me quedé extrañada porque esto mismo había sucedido el día anterior. Cuando llegué a la escuela, me di cuenta de que era el mismo día de ayer. Por eso no entendía nada. Era todo muy extraño.
Me fui a dormir pensando que había sido un sueño y me despertaría al día siguiente como si nada. Cuando me desperté, la sensación era la misma que el día anterior y el anterior. No encajaba algo. Cuando salí del vagón del metro, en el andén había una chica sentada con cara triste, no quise acercarme, pero me dejó preocupada.
Cuando al salir del metro, escuché el mismo grito, no me pude contener. Bajé corriendo y lo que vi me dejó helada. Era la chica que había visto en el andén. Se había tirado a la vía del metro y no se pudo hacer nada por ella. Durante todo el día no me la pude sacar de la cabeza. Pensé que si repetía cada vez el mismo día era porque debía solucionar o arreglar algo.
Al despertar por la mañana, todo fue igual, intenté irme antes para llegar al andén donde se suponía que estaría la chica. Cuando llegué, ahí estaba, en la misma posición, sentada y con esa carita triste. Me acerqué e intenté hablar con ella. No me respondía, estaba absorta en sus pensamientos. Me quedé esperando, debía evitar lo peor. Cuando se levantó y se acercó al bordillo, la empujé para que no cayera. Se asustó y salió corriendo.
Pensaba que, al evitar su muerte, todo se había arreglado, pero al día siguiente, todo volvió a ser igual. Se repitió todo tal cual había sucedido las otras veces. Entonces, pensé que debía hacer algo más que salvarle la vida, tenía que devolverle las ganas de vivir.
Me propuse conocerla y entender por qué había hecho lo que había hecho. Se repitió el bucle seis veces más sin mucho éxito. La séptima vez, ya cansada de repetir todos los días lo mismo, fui directa a ella y le fui sincera. Le dije que sabía lo que iba a hacer y que no lo hiciera. Le conté que había vivido ese momento unas 10 veces y que no quería que ella muriera. Había llegado a cogerle cariño y quería ser su amiga. Me contó que estaba pasando un mal momento y que le estaba siendo muy difícil superarlo. Estuve a su lado escuchándola y creo que eso la ayudó. Nos intercambiamos el número de teléfono para poder quedar.
Yo me fui más tranquila del metro y esperaba que ella también.
Me desperté a las 8 como siempre, miré el día que era, por si había hecho cambiar algo con todo lo sucedido el día anterior. Lo había conseguido. Estaba muy contenta. Miré el móvil y vi el teléfono de la chica, enseguida le escribí y quedamos para tomar algo.
Han pasado unos años de esta historia, pero siempre recordamos esa estación de metro donde nos conocimos y nos hicimos amigas.