Memoria con transbordos

Estoico

Como cada mañana me levanto sobre las cinco de la mañana y realizo las rutinas diarias antes de irme a trabajar-ducharme,arreglarme,trago de zumo.....- y cuando ya creo que he combinado bien mis colores de la ropa,siempre con las dudas que me genera mi excesivo gusto por los colorines, bajo a la calle.


Es temprano pero, como se dice coloquialmente,las calles están puestas y me dirijo a la estación de Paralelo para coger el metro; esta estación está grabada en mi rostro ya que de pequeño me caí por las escaleras mecánicas y tuvieron que ponerme puntos junto a la ceja izquierda.


Luego paso por Drassanes y Liceu ,dos estaciones feas y claustrofóbicas y llego a Catalunya con su apabullante tránsito y su plaza central que se convierte en una mini estación central de Nueva York, por sus idas y venidas de personas de aquí para allá en sus diversas salidas.


No sé por qué me viene a la memoria el hombre que cantaba ópera en la estación de Paseo de Gracia, cada tarde estaba ahí en su mundo, recuerdo también la estación de Diagonal a la que me desplazaba a buscar una pizzas por encargo a un restaurante italiano y gracias a la rapidez del metro llegaban a casa de vuelta calentitas.


La estación de Urgell siempre estará en la memoria más afectiva de mi cerebrol ya estaba cerca de mi primer colegio y la de mis padres,que fue y siempre será mi hogar en Urgell 50.


Una de las primeras estaciones y con una bóveda envolvente siempre me traslada a los tiempos cuando mi madre me cogía fuerte de la mano y me decía -Manuel que viene el metro- que es como conocemos todos los residentes en esta Barcelona tan transformada al transporte subterráneo.


En la línea verde se encuentra más arriba la estación de Vallcarca, donde visitaba cada tarde a mi padre en el hospital militar ahora con otro nombre que no recuerdo, resistiéndose a su cancer de próstata en paliativos que al final no pudo vencer.


Cuando se estuvieron realizando las obras de la línea en la avenida Paralelo,entonces llamada Marqués del Duero, yo apenas contaba con tres años y mi hermano Jordi era siete años mayor. Nos dedicábamos a jugar a polis y ladrones por los túneles en construcción, lo que provocaba que en ocasiones los obreros se presentaran en la pastelería de mis padres, diciendo: "Señora, vigile con su hijo que se mete por las obras y un día se hará daño". Recuerdo ver salir de las obras una especie de lagarto que jamás he vuelto a ver


La estación de Sants, con su túnel largo hacia cercanías, me transporta a los tiempos en que  accedí a mi plaza fija en correos en Sant Feliu de Llobregat.


Recuerdo mis excursiones en metro al  Skating, y a la vuelta no tener dinero y pedir un duro para el billete y conseguir el importe total para comprarlo.No sé por qué, pero de pequeño las distancias parecen más largas y ahora se ven más cortas pero más duras...será la edad.


Sin olvidar mis salidas nocturnas y más de una vez encontrarte solo en un vagón con el miedo y cambiarte a otro para que no te atraquen-qué tiempos lo de los quinquis- y sin olvidarme de la estación de Zona Universitaria, donde iba a hacer educación física en la época de BUP.


En definitiva, para un amante de mi ciudad como yo el metro ha sido siempre muy importante en mi rutina diaria y me ha ayudado a descubrir y redescubrir mi ciudad.


Con este relato solo quiero plasmar las vivencias normales y corrientes que cualquier ciudadano del mundo tiene en sus idas y venidas por las grandes metrópolis.


Y esa manía de correr tanto por debajo tierra, será el estrés...

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