El Viaje de los Domingos
Nunca creí que mi sueño de vivir en una gran ciudad fuera a hacerse realidad; pero el día que llegué al bullicioso centro de Barcelona, maleta en mano, fue el nuevo comienzo que había estado esperando.
Me mudé a un piso compartido de aire modernista en el barrio de Sant Antoni. El interior era sencillo pero acogedor y mi habitación, aunque no muy amplia, tenía una ventana con vistas al espectacular mercado de hierro forjado que se erige como el corazón del vecindario.
Fueron unos días intensos; pero el primer domingo después de trasladarme, decidí dedicar algo de tiempo a familiarizarme con mi nuevo hogar y poner orden. Al abrir el cajón de una cómoda, encontré un pequeño cuaderno con las tapas de cuero y páginas ligeramente amarillentas.
Curiosa, lo abrí y comencé a leer…
Domingo, 5 de enero de 1925
Hoy al fin he tomado el metro por primera vez en Plaça Catalunya. Todos nos estamos
acostumbrando con ilusión a esta nueva máquina que cambiará para siempre el día a día de
nuestra ciudad. Me encantaría saber a dónde se dirigen todos... Clara S.
Parecía un diario escrito por una mujer llamada Clara y, aunque no contaba nada fuera de lo normal, continué leyendo…
Domingo, 12 de enero de 1925
Las puertas del tren se abrieron y, entre el bullicio un hombre subió al vagón y se sentó frente a mí. No me miraba, pero algo en su actitud comenzó a inquietarme. Nos bajamos todos en Lesseps y le perdí de vista. Me pregunto si volveré a verle…
Su forma de escribir y este encuentro fugaz y repentino comenzaron a llamar mi atención y necesitaba averiguar si había algo más…
Domingo, 26 de enero de 1925
Recorrí con mi mirada toda la estación… Entré al vagón y, ya sentada, sentí unos ojos clavarse en mí. ¿Sería el mismo hombre de la semana pasada? Parecía que quisiera decirme algo, pero cuando nos bajamos en Lesseps, siguió su camino como si nada…
Tras unas cuántas páginas en blanco, emergió en una de ellas la palabra “Lesseps" escrita en mayúsculas. La siguiente estaba arrancada y con ella terminaba el diario.
Sorprendida, lo cerré y decidí preguntar a mis compañeros de piso si sabían algo de aquel block. Anna, la chica de la habitación de al lado, me contó que la actual propietaria había mencionado alguna vez que una mujer llamada Clara fue la primera dueña del piso; pero desapareció misteriosamente poco después de instalarse.
Embargada por la intriga, abrí mi portátil y busqué información; pero solamente pude encontrar un breve artículo sobre la desaparición de una joven barcelonesa llamada Clara Serrat en 1925.
La última vez que la vieron fue en Lesseps. Nadie pudo dar señas de ella y la policía tuvo que cerrar el caso sin más.
Como una niña traviesa que juega a vivir una aventura inventada, decidí reconstruir el mismo recorrido que Clara describía cada domingo en su diario. Fui hasta Plaça Catalunya, me subí a la línea verde, observando atentamente a los pasajeros que encontraba en mi camino e imaginando a dónde iban. Al llegar a Lesseps, me bajé y eché a caminar por las calles aledañas sin una dirección fija y con mi mente evocando a aquella extraña que hace muchos años se perdió en alguno de sus recovecos.
Cuando al fin me cansé de callejear, me senté en un banco pensando en todo lo que había leído… y llegué a la conclusión de que no todas las historias tienen un porqué ni un final. Necesitamos aceptar esa parte de incertidumbre que tiñe la realidad.