La línea que nos separa
El metro pasa tan rápido como el tiempo. Correr a toda velocidad para cogerlo, sabiendo que este solo pasa una vez. Pero nuestra historia corría más que el tiempo y mis pies.
Te vi en el otro andén, cerré los ojos y pronuncié un “te”, al abrir los ojos me di cuenta, el “quiero" se había ido con los recuerdos.
Te veo otra vez al otro lado, dándome cuenta de que nos separa una enorme diferencia y que las ganas de serlo todo se fueron con un abrir y cerrar de ojos.
Éramos dos chicas amándose sin saber todo lo que conllevaba esa palabra, a veces dos corazones laten en sintonía, pero la cabeza va arrítmica. Como en nuestro primer beso, en la L1, la de la pasión pero también la del riesgo, ese rojo de sus labios chillaba a silencios los míos.
Quiero subirme al mismo vagón, sin pensar, porque es más fácil seguir viviendo con la certeza de lo que no fue que con la incertidumbre de lo que podría haber sido. Sin embargo, ella iba en otra dirección.
Yo estaba en la Gloria e iba para Plaza Cataluña, donde puedo volar y ser libre sin importar qué dirán.
Ella iba a tocar Fondo, donde habita un abismo emocional, un lugar donde el amor y el miedo se encuentran, ella teme lo que ese beso podría significar para su identidad, su relación con los demás o su futuro.
El metro se aleja, y ella sabe que, más allá de la distancia física, hay algo mucho más grande que nos separa.
Ambas nos quedamos mirándonos a la distancia, y aunque ahora estemos en puntos diferentes, yo pienso esperarla aquí, para cuando se atreva, para cuando ponga un pie en la otra acera.