El vagón fantasma
Edgar González siempre intentaba evitar el metro cuanto podía, pero ese endemoniado día llegaba tarde al trabajo y no tuvo más remedio.
Hacía demasiado tiempo que no lo utilizaba¿tal vez un año?, ¿tal vez dos?, ni siquiera él se acordaba.
De lo que sí se acordaba era de cómo eran los vagones y claramente ese vagón amarillo con detalles negros, ventanas ovaladas y sin puertas automáticas, no era el metro de siempre. Miró el reloj que marcaba las 6:40 y suspiró para sus adentros, iba a llegar tarde.
No quiso pensar mucho en por qué ese vagón era de esa manera y por qué no había los vagones de siempre que él aún recordaba , y decidió creer que era alguna celebración del metro. De perdidos al río, pensó. No tenía tiempo de esperar al siguiente, así que decidió adentrarse en las fauces de esa bestia.
El coche por dentro había sido restaurado con cuidado y esmero, pareciéndole incluso que el ambiente se tornaba de un color sepia como las fotografías de antaño y envolviéndolo por completo en esa esencia. Incluso la gente que se adentraba en el vagón como él, poco a poco se fueron trasformando en gente del pasado, en gente que ya no estaba aquí. Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando vio que incluso él se estaba convirtiendo en un espectro, pero antes de que pudiese salir, el metro cerró sus puertas, dejándolo atrapado allí, para lo que él creía que sería para siempre.
Para Edgar ese viaje duró una vida entera, se enamoró y se casó, lloró y rió, conoció a muchos amigos con los cuales creció y envejeció. Y en el último suspiro que dio antes de ver la muerte antes sus ojos, las puertas del vagón se abrieron con una luz cegadora en el exterior. ¿Era ese su final?
Aturdido y sin saber qué había ocurrido, salió a trompicones al andén, mirando hacia atrás con lágrimas en los ojos el metro que ya no era el mismo en el que se había subido hacía ya una vida.
Se limpió las lágrimas y miró el reloj. Las 7:00. Iba a llegar tarde al trabajo, pero por alguna razón eso ya no le importaba lo más mínimo. Un último vistazo hacia atrás le dejo ver a todos los fantasmas que lo habían acompañado, a todos aquellos que había querido durante ese viaje y que poco a poco se fueron desvaneciendo hasta desaparecer en la oscuridad de los túneles del metro.