A una estación de tí
Ese metro atestado de gente, provocando el descarrilamiento a cada paso y ese corazón que se agita desbocado y para en cada estación,
ese metro que se desboca sin haber salido tan siquiera de la estación de Verdaguer, siempre con el ticket en taquilla de una inocencia y su presunción,
ese tren que solo conoce pasajes des (vía) dos y hace caso omiso de las paradas acertadas y de los billetes combin a(dos),
ese tren de largas distancias que torea los cortes de acceso y franquea carriles cruzados, cuántos pasajeros desacertados que deberían haberse apeado a tiempo,
o cuántos pasajeros no subieron, aún a pesar de tener el bono al más prometedor viaje y la garantía de ser cercanías.
Hay un vagón del recuerdo con un puñado de memorias que aún transitan por la cuerda floja del corazón,
con miradas que se quedaron por siempre aparcadas en este vagón
del recuerdo,
de la sin razón,
con abrazos y cantos a la vida que aún visitan nuestro subconsciente,
de algunas personas que se apearon en nuestra estación dejando atrás algún viaje doliente,
algunos meros pasajeros de un transbordo con destino a ninguna parte,
otros se quedaron y permanecieron con nosotros en algunos viajes,
unos cortos,
otros largos,
pero todos sin excepción, guardados a buen recaudo en nuestra memoria,
algunos nos enseñaron,
otros nos fallaron,
otros tantos fueron solo compañeros de trayecto en ese tranvía llamado deseo,
con destino al éxtasis o a la decepción,
o a ambas,
pero en todas estas travesías
aprendimos de sus aristas,
sigamos viajando pues con destino cierto o incierto,
equipandonos de sonrisas puestas,
transitando por miradas cómplices
y aparcando en el maletero esos errores re-aprendidos,
que proclaman a gritos ser entendidos.