L5 - 7:34h
Era una mañana caótica. El universo parecía jugar en mi contra. Mi compañera de piso, con su prisa habitual, me dejó sin baño justo cuando más lo necesitaba. El café se calentó demasiado y la tostada, que tanto disfruto normalmente, terminó como carbón. El ascensor se hizo esperar y, cuando al fin llegó, fue deteniéndose en casi todos los pisos como si fuera un autobús en hora punta. Al llegar al vestíbulo, descubrí que llovía. Ya era tarde. Corrí más rápido que de costumbre, pero sin paraguas, hacia la boca de metro más cercana a mi piso. Ni siquiera me dio tiempo a saludar a la chica del periódico, que siempre me lo ofrecía aún sabiendo que tardaba más de veinte minutos en leer.
Pasé la T-jove por el lector NFC y me detuve al leer Títol caducat. Con más prisa, si cabe, recargué la tarjeta y me arrepentí de haber usado aquellos botines que no me permitían aumentar la velocidad. Bajé las escaleras al ritmo del sonido de cierre de puertas del que creía que era el metro del andén contrario. A medida que el tren se despedía de aquella plataforma, la multitud hacía cola para subir en la escalera mecánica. Pero entonces, frené en seco.
En esa parada de carteles azules, en la que subía y baja gente constantemente y sin orden, sólo podía fijarme en ella. Una chica de pelo rizado y sonrisa amable que me miraba sentada desde el banco del andén de enfrente. Vestía un abrigo de plumas y vaqueros. Sentí envidia de que hubiera tenido tiempo para coger el paraguas y aceptar el periódico. Sus gafas dejaban ver su mirada con nitidez, mientras que las mías se hallaban empañadas por la lluvia y la prisa.
El mundo no se detuvo. Las escaleras mecánicas seguían engullendo pasajeros, otro tren se acercaba, el megáfono sonaba. Era una escena vibrante, donde en lugar de destacar el bullicio, solo pude percibir la calma en su rostro. No parecía afectarle la rutina, era ajena al caos de aquel lluvioso día.
Seguramente, si aquella mañana hubiera despertado antes, si la noche anterior me hubiese fijado en la previsión del tiempo, si tan solo recargara a tiempo mi T-jove…
Aquella chica no me hubiera calmado. Aquella chica no sería hoy mi mujer.