L5 - 7:37h
Acababa de entrar a la boca de metro cuando recibí esa llamada de mi jefe. Me pilló tan desprevenida que casi cojo el metro en dirección Cornellà. Pasados quince minutos, llegué a Virrei Amat, parada en la que llevaba ya ocho meses repartiendo el periódico cada mañana.
Tras treinta minutos ofreciendo actualidad y saludando a los pasajeros de la zona, quise parar a fumar un cigarrillo, pero antes de que me diera tiempo a encender el mechero, apareció ella. Siempre con esa sonrisa tan agradable. Con esa serenidad que desprendían sus ojos. Con un paraguas que era demasiado grande para una persona sola. Le ofrecí la prensa con generosidad y ella, como siempre, la aceptó con gratitud. Su forma de sumergirse entre la multitud que entraba en aquella boca del metro, me confirmó, una vez más, que no estaba allí por un tren, sino por lo que ocurría en el andén de enfrente.
Un minuto más tarde, la descubrí cruzando la calle tan rápido como esas botas de ante le permitieron. Sin paraguas, con la gabardina a medio abrochar y el pelo enredado por la humedad, invadida por el desastre y la prisa. Me miró apenada de reojo mientras se dirigía a las escaleras y pude comprender que llegaba tarde.
Resoplé, sin poder evitarlo. Con la mirada perdida en la floristería que aún estaba cerrada, me planteé, de nuevo, disfrutar de la pausa que había intentado realizar hacía un instante.
Otra llamada me sacó de aquella escena. Mi jefe, otra vez. Miré la hora. Se suponía que debía estar en Entença a las ocho en punto. Bajé las escaleras observando el bullicio y allí la vi.
Sentada en el banco del otro lado, tranquila, con el paraguas cerrado a su lado y el periódico aún sin abrir. No parecía preocupada por la prisa ni por la lluvia. No parecía formar parte del caos de la mañana. Simplemente, esperaba.
Y ahí, lo comprendí. No era casualidad. No eran los retrasos ni los errores. Eran ellas. Eran las miradas cruzadas. Eran los trenes que llegaban y se iban, los andenes que separaban y unían al mismo tiempo. Era la historia que, sin querer, yo también estaba presenciando.