Clara y sus ideas

Yaiza R.S

Miro el reloj por cuarta vez. Solo ha pasado medio minuto. No debería tardar tanto, ¿no? Cojo el espejito de mano del bolso y me aseguro que los rizos no se han movido de sitio. Mi prima Clara me dijo que este corte de pelo era lo que se llevaba en la ciudad, pero no debería haberle hecho caso. Cómo tampoco al hecho de estar aquí plantada a esperar a que un supuesto vehículo nuevo me recoja para encontrarnos en el centro. No podía ir en autobús, no. Tenía que hacerle caso e ir en metro.


- Te va a encantar, prima. ¡Es una maravilla! -había dicho Clara por teléfono ayer.


Venir a Barcelona desde Granada ya era suficiente emoción, como para además añadir esto. Los nervios me están matando y si este cachivache no llega en breves necesitaré ir al aseo.


Vuelvo a mirar el reloj. Ya han pasado 5 minutos. La verdad, creo que no será tan malo ya que en el andén hay mucha gente esperando. Hombres con maletines, mujeres con sus niños, ancianos sentados en el banco leyendo el periódico… Parece algo cotidiano.


Y hace calor. Si bien es cierto que estamos a mediados de abril, creo que tanta gente no ayuda. Noto como las medias se resbalan poco a poco por el sudor. Recolocarlas aquí no dará muy buena imagen.


Empiezo a escuchar un ruido sordo que proviene del túnel. ¡Por fin! La gente empieza a acercarse al borde del andén. Una pareja se coloca justo a mi lado La señorita también lleva el pelo corto, pero a ella le queda estupendo. Yo en cambio parezco un champiñón. Aun así, la pareja me ha proporcionado un buen escondite para subirme mejor las medias. En esos segundos, el metro ya ha llegado al andén. ¡Vaya! No sabía qué imaginaba, pero no era esto. Parecen cajas de metal muy grandes con ventanas, unidas entre ellas y con ruedines. Como si muchos autobuses se hubieran colocado en fila. Pero más chatos. Cuando vuelva al pueblo y se lo explique a la abuela, no se lo creerá.


Sigo a la gente y entro por una de las puertas abiertas, que se cierran a mi espalda. Dos segundos después, el metro se pone en marcha y el movimiento oscilante hace que casi me precipite contra un señor. Por suerte me puedo coger a una barra y sujetarme, temblando de nervios. Una maravilla decía Clara… Venir a la estación ya fue una odisea. Suerte que el señor del quiosco me ha indicado que tenía que bajar las escaleras de la estación para acceder al metro. Si lo sé habría ido caminando a encontrarme con ella, estamos relativamente cerca. Mi estación es Diagonal y tengo que ir a buscarla a Aragón, donde ella se subirá al vagón e iremos a Cataluña.


- ¿De verdad me harás subir a eso cuando podríamos ir caminando? -le había preguntado la noche anterior.


- Asun, tienes que subir al metro, ¡es una experiencia única, el evento del siglo! Esto no se hace en el pueblo. No te quejes y disfruta. Súbete al último vagón para poder encontrarnos fácilmente. ¡Hasta mañana! -Clara colgó el teléfono antes de que pudiera rebatir.


Miro el cartelito donde se ven las paradas, escritas en catalán y castellano. Por una parada me ha hecho subir a esto. Debo reconocer que habría tardado más caminando. En menos de cinco minutos, noto como el metro empieza a frenar. Ya se ven las luces de la siguiente estación. Espero encontrar a Clara rápido.


El vagón se para y a través de la ventana veo su melena corta rubia y su sombrero cloche nuevo. Me saluda efusivamente mientras las puertas se abren. Entra apresuradamente dando algún que otro codazo y se planta delante de mí ofreciéndome una bolsita.


- ¿Garrapiñadas?

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