Vidas Paralelas
Javier abrió los ojos por primera vez un 30 de diciembre de 1924 rodeado de naturaleza, eran años duros, y la vida en un pueblo aragonés de montaña no era fácil, el trabajo diario requiera de mucho esfuerzo y dedicación y las oportunidades eran pocas. Javier creció con ansias de saber, chico curioso y de mente inquieta que Desde temprana edad soñaba con grandes aventuras, quería conocer mundo.
En un viaje a Zaragoza vio por primera vez un tren, y le fascinó, ¡pero lo que más le fascinó es que el mismo día de su nacimiento en Barcelona habían inaugurado un tren que viajaba bajo tierra, guau! eso era maravilloso, un tren tal que un topo con sus crías viajaba por túneles subterráneos, un tren que podía sumergirse en la oscuridad por un entramado de arterias bombeado vida a la ciudad, era maravillosos. Desde ese momento soñaba cada noche con poder estar ahí, se veía conduciendo ese topo metálico, moviendo ilusiones, uniendo barrios, haciendo que la vida fuera cada vez más fácil, más ágil.
Con 18 años y una maleta llegó a Barcelona, como tantos y tantos inmigrantes que llegaban para buscar una vida mejor, pero para él, su único objetivo era poder formar parte de esa familia que cada día amanecía con la ilusión de ayudar a los demás. Fue ya con 19 años cuando después de muchas penalidades, ese aragonés que llegó a Catalunya con una maleta cargada de ilusión logró su objetivo, ser conductor del metro, trabajo con el que creció, y vio crecer la ciudad y con ella el metro , vivió los cambios tecnológicos, sociales, vio como el metro se convertía en un reflejo cultural de la evolución social, recordaba con amor a las taquilleras, los primeros Trenes M1-M6-M8 y de como una primera idea loca de dos ingenieros en 1907 se había convertido en una realidad sin la que ya no se podía entender Barcelona.
Los que lo conocieron aún lo recuerdan, una vez jubilado, sentado en el bar después de que como cada mañana bajara a la estación de Plaza Catalunya de la línea 1, la que se conoce como la línea roja, para ver pasar los trenes antes de subir a tomarse su café largo. Dicen los que lo conocían que el metro le dio la vida, y que se sentía orgulloso de todos y cada uno de los ciudadanos que en algún momento compartieron viaje con él, un viaje que empezó en Huesca rodeado de montañas y término en un topo metálico que bombeaba vida cada día sin descanso, y seguro que hoy ,100 años después de su nacimiento, estaría orgulloso de todo lo que significa el metro.