No Hay Acceso Sin Billete

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No, no, no, no, no…


Mierda.


Y así, sin más, las puertas del tren se cierran delante de mis narices. 


Mis pies se detienen en seco y aprieto los puños mientras la ventada que marca la desaparición del metro hacia el interior del túnel sacude mi pelo y me despeina sin piedad. Las luces del último vagón se funden con la oscuridad a lo lejos, y el andén vuelve a estar vacío.


Suspiro y noto un mechón de cabello en mi boca, así que chasqueó la lengua un par de veces y apartó los restos que caen alborotados sobre mi cara con las manos.


¿Qué importa? No es como si hubiese tenido tiempo para peinarme antes de salir de casa. Literalmente. He dormido tres horas, no he tenido tiempo de desayunar, he pinchado una rueda de la bici al llegar hasta aquí y la máquina ha denegado mi billete que, al parecer, caducó ayer. Sobra decir que estar despeinada es el menor de mis problemas ahora mismo.


Levanto la mirada y echo un ojo a la pantalla que anuncia el siguiente servicio de metro. Por lo menos la frecuencia de circulación es continua y no tengo que esperar mucho más de un minuto para que pase el próximo tren.


El vagón se llena considerablemente de gente que sube, casi tanta como gente que baja. Es de esperar en una estación como Catalunya; el tráfico nunca se detiene. Me apoyo junto a la puerta paralela para no entorpecer el paso y me agarro de la barra para mantener el equilibrio. 


Cuando el tren vuelve a moverse y ya no tengo que seguir corriendo sino esperar a que el transcurso del tiempo no me impida llegar a tiempo, noto cómo empiezan a pesarme los párpados, por lo que me permito cerrar los ojos unos instantes mientras mi cuerpo se balancea ligeramente con el movimiento del metro. 


Propera parada…


No me voy a dormir, solo necesito recuperar energía.


…propera parada…


Respiro hondo y vacío mi mente.


Próxima parada: Cataluña.


Abro los ojos de golpe y sobresaltada. Un pitido agudo me retumba en los oídos y me llevo las manos a la cabeza. Me siento mareada y sin fuerza, como si acabara de correr diez kilómetros sin parar.


Parpadeo varias veces y apoyo la espalda en el respaldo, incorporándome. Mi cuerpo agradece el soporte, pero mi mente me hace fruncir el ceño al notar un asiento debajo de mí. No recuerdo haberme sentado.


Miro a mi alrededor y mi corazón da un vuelco.


Todo el mundo se ha ido y no queda ni un solo pasajero a la vista. Y aunque eso me parece raro, lo que me confunde verdaderamente es el aspecto del vagón.


Las paredes blancas, las barras de metal, los fluorescentes en el techo y las pantallas digitales ya no forman parte de la escena que me rodea. En su lugar veo paredes oscuras, bombillas de gas, asientos de madera e indicaciones escritas a mano.


Primera Línea. Salida, Cataluña. Destino, Lesseps. 


¿Primera línea? ¿Lesseps?


Precio del billete, treinta céntimos de peseta por trayecto. Precio del billete, treinta céntimos de peseta por trayecto.


Debo de haber oído mal.


No hay acceso sin billete. No hay acceso sin billete. 


No tengo billete. Caducó ayer.


La represalia dará comienzo en breve. No hay acceso sin billete.


¿Represalia?


No hay acceso sin billete.


Mis rodillas flaquean y me preparo para lo peor.


Estimados pasajeros. La represalia dará comienzo en breve. Mucha suerte y que tengan un buen viaje.


Llegar tarde ya no me parece tan grave.


Bienvenidos a 1924.

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