Ecos del pasado

Nerechu

El tren llegó con su habitual traqueteo acompasado. Sofía entró y se dejó caer en un asiento junto a la ventana. Era tarde, el vagón estaba casi vacío, y el murmullo suave de los pocos pasajeros creaba una atmósfera tranquila. Se abrazó a su bufanda y suspiró, dejándose llevar por el movimiento rítmico del metro.


 


Entonces, lo escuchó. Una risa, clara y brillante, flotando en el aire. No venía de nadie en particular, simplemente estaba allí, suspendida entre los sonidos del tren.


 


—No olvides comprar pan para la cena —dijo una voz cálida, familiar.


 


Sofía sintió un escalofrío, pero no de miedo. Aquella voz... era la de su madre. Se giró de inmediato, pero solo vio a un hombre mayor leyendo el periódico y a una chica con auriculares mirando su móvil. Nadie había hablado.


 


Miró el reflejo en la ventana y, por un instante, creyó ver otra escena: su yo más joven, con el uniforme del instituto, sentada exactamente en ese mismo asiento, riendo con su madre después de un largo día. Recordaba perfectamente aquel momento, cómo se habían reído sin razón aparente hasta que les dolieron los costados.


 


El tren siguió su curso, y nuevas voces llenaron el aire.


 


—¡Corre, que se cierran las puertas! —exclamó una voz masculina entre risas.


 


El reflejo cambió. Ahora veía a su mejor amigo, años atrás, sujetándole la mano mientras ambos corrían para no perder el tren. Recordó la adrenalina, la calidez de su mano, la alegría infantil de llegar justo a tiempo.


 


Cada estación parecía traer consigo un nuevo eco del pasado. Instantes que creía olvidados cobraban vida a su alrededor: tardes con su abuela contándole historias, la primera vez que fue sola a la universidad, la despedida con alguien que amó y dejó marchar. No eran solo recuerdos, eran fragmentos de su vida impregnados en aquel tren.


 


Cuando el tren se detuvo en su estación, Sofía permaneció sentada unos segundos más, temiendo que al salir las voces se desvanecieran. Pero, al levantarse, comprendió que esos recuerdos siempre habían estado con ella, esperando a ser escuchados.


 


Sonrió con melancolía y, antes de bajar, susurró un simple “gracias” al vagón vacío, llevándose consigo un pedazo de su historia.

T'ha agradat? Pots compartir-lo!