Cuatro mil al año, y creciendo

Faribah

Marina se inclinó y depósitó su cuerpo sobre las vías tranquilamente, sin prisa. El conductor no la vió hasta estar demasiado cerca para frenar. Al lado del cuerpo los mossos encontraron una hoja con un texto de cuidada caligrafía: "No hace falta decir adiós"...


 


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El texto de la carta era explícito:


 


 Nit.


 Fosca nit.


 Nit fosca i buida.


 Fosca i buida; la nit.


  


 Ni lleig ni bonic,


 ni fosc ni clar,


 ni negre ni blanc,


 tot es igual.


 Tot es nit


 Nit.


 Fosca nit.


  


Lo adjunté a sus diarios y los envié al Departamento de Prevención del Hospital de San Pablo.


 


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 Porque...


 me gustaría iluminar tus días,


 despejar tus dudas


 y mostrarte


 que no yerras cuando sonríes


 y sin dejar de ser quien eres


 puedes ser feliz.


 Si tuvieses una hija,


 como la mía, lo entenderías:


 Tendra, la nit.


 


Escrito esa misma noche, lo tenía impreso en un papel que había colgado en la pared antes de que entrasen los mossos en mi casa. Tras una charla intrascendente, dijeron que mi hija estaba enferma. Mental, aclararon. Mentalmente, les odié. Quizás por contarme una verdad que yo no había sabido ver.


 


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El día del funeral sonó la canción que ella misma había compuesto para un día tan especial: "Mi funeral favorito". La letra abría y rasgaba todas mis fibras como cuerdas de una guitarra desafinada a la vez que cerraba mi corazón. Dolía, aunque no tanto como a Marina le había dolido el suyo.


  


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Nueve años casi, nueve largos años. Y un millón de lágrimas. Y la lista seguía incrementándose, aunque ellos y ellas ya no fueran mi hija. Aunque ese dolor, siempre el mismo dolor, profundo, rugiente, más negro que la oscuridad, fuera perfectamente reconocible: "fosca, la nit", había dicho ella. ¿Qué podía yo hacer para detener semejante sangría, para dar visibilidad a lo innombrable?


 


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Son ya más de cuatro mil al año... y creciendo.


Una tercera parte lo hace en transporte público. 


 


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Abrí el ordenador y comencé a teclear: "Sin que el conductor la viera, Marina, toda vestida de negro, decidida, colocó su cuerpo sobre las vías. El tren arrancó. Y a mí me arrancó la vida...".


 


Lo presentaría al concurso, para que le diesen publicidad. Pero claro, un concurso de relatos que quiere promover las relaciones humanas en el transporte no puede dar publicidad al suicidio, el jurado probablemente cambiará el texto... ¿o no?


 


       


 

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