En el metro no pasa
Cada mañana cojo el R4 destino Fabra i Puig. Bueno, cogerlo es un decir, porque la diosa Fortuna (junto con algún responsable de mantenimiento) decide si esa mañana pasará un tren que nos lleve a destino. Eso en el metro no pasa. Cuando llego hago transbordo a la línea roja. La conexión es corta, pero el par de tramos de escalera te hacen resaborear el café con leche y el bizcocho que engulliste por la mañana. Siempre en la boca de entrada, arriba de las escaleras hay un tipo vendiendo pañuelos y mecheros: “4 mecheros a 1 eur, 4 mecheros a un eur”. Repite sin parar. Pero ¡cómo puede hacer dinero con eso! Miles de veces (al menos una por día a eso de las 8), he pensado en comprarle uno pero nunca lo hago. Es un tipo de complexión grande, de unos 75 años, con barba, la cara curtida por el tiempo y una voz rota quizás por los cientos de carajillos tomados en la churrería Manela. Id y allí lo veréis. No falla a su cita de 8:00 – 22:00 (eso me lo invento porque nunca vuelvo del trabajo tan tarde).
- Te equivocas chata, a las 20:00 voy cerrando la paradeta.
- Ep! ¡Pero si estaba hablando de ti!
- Bueno, menos en invierno donde me voy recogiendo hacia las 17:00
- Lo siento, ¿he exagerado en los horarios?
¡Y en los años! Tengo 68, y si mi voz está cascada no es de los carajillos sino del tabaco. Me tiré fumando ducados 50 años y lo dejé hace 3, bajo amenaza del médico. Fumar era mi único vicio mientras conducía. El camión ha sido mi vida. Me he recorrido toda Europa de cabo a rabo. ¡Cómo lo echo de menos! Después del infarto me prohibieron coger el camión y aquí estoy, vendiendo churrimangás en la boca del metro. Quien lo iba a decir, Antonino el matarrusos: de camionero de Illueca a vender mecheros en el metro. Aunque en Illueca solo venden zapatos, y el metro no pasa. Al menos aquí estoy entretenío con tanta gente. Muchos ya nos saludamos de tanto vernos. Hay uno volao que lo hace cada día: “Buenos días, Juan” Me dice. Y yo por no ser maleducao le respondo: “Adiós, adiós”. Me hace gracia.
- No et dius Joan?
- No, me llamo Antonio. No sé de dónde lo has sacao.
- Li vaig sentir a una noia l’altre dia quan et compraba cleenex.
- Me llamo Antonio.
Es que no em dona la vida Joan. Vaig a tope, preparar els nens per anar a escola, l’esmorzar, surto volant de casa, creuo diagonal esquivant els cotxes (algun dia tindrem un accident!) i em fico a la boca del metro saltant les escales de 3 en 3. De camí, m’he comprat el diari, un cafè per emportar i li dono el bon dia al Joan. La vida és molt estressant. Abans quan anava a la feina en el bus, es movia tant que no podia avançar res. Això en el metro no passa. Com no es mou tant, puc agafar trucades i si hi ha sort, fins asseure’m!. Això si no ve algun d’aquests “cantants urbans” a tocar la murga. La tornada és més fàcil perquè com plego abans per temes de conciliació sempre hi ha algun lloc lliure. L’altra dia me’l va cedir una noia. La veritat no sabia si ofendre’m. No estic tant malament però em deuria veure la cara de cansat i em vaig seure.
- Se lo cedía a la chica embarazada que tenías detrás.
- Ah! Si? No em vaig fixar. Ep! Si ets la noia aquella!
- Claro, tenías los ojos fijos en el móvil.
Desde luego hay gente con mucho morro. Yo también estoy cansada y deseando volver a casa pero siempre se puede hacer algo más. Del metro cojo el R4 en Fabra i Puig. Siempre hay un hombre en la salida de la boca del metro vendiendo mecheros. Hoy voy corriendo pero mañana le compro uno. ¡Seguro!