Acordes en la línea 7.
Como cada día, Elena se despierta a las 6 de la mañana para ir a su universidad. Se viste,
desayuna, y sale pitando de casa, ya que tiene que coger el autobús. Cuando el autobús llega a la parada, ella baja y se va a la estación de metro de Passeig de Gràcia, dónde, pasando por el largo pasillo hasta llegar a su vía, escucha una preciosa melodía de guitarra. Elena, que está acostumbrada a coger el metro cada día, piensa que debe de ser una persona sin hogar más, que toca en los pasillos del metro para conseguir dinero. Pero le gusta tanto lo que está escuchando, que se arriesga a perder el metro solo para ir a ver al músico que está tocando esa canción.
Elena llega al pasillo siguiendo la música, y se da cuenta de que el músico que pensaba que
era un sin hogar y solo tocaba la guitarra para ganar algo de dinero, era un joven muy
atractivo que parecía de su edad. Ella se queda unos minutos embobada, escuchando lo bien que toca su instrumento, hasta que se da cuenta de que como se quede ahí mucho tiempo más, llegará tarde a clase, así que se va pensando que nunca más volverá a oír algo tan bonito como lo que había escuchado ese día.
Durante las clases, Elena no puede evitar pensar en el músico del metro, pero ella cree que no lo volverá a ver nunca más.
Al día siguiente, se despierta con más ganas que nunca de ir al metro, para ver al chico de la guitarra, pero cuando llega, se da cuenta de que el chico ya no está. Los siguientes días, sigue cogiendo el metro, cada vez con menos esperanzas de volver a ver al músico. Además, está triste, porque no tiene ninguna información sobre él, ni siquiera sabe su nombre.
Pasados dos viernes, yendo hacia su vía para coger el metro que la llevaría a la universidad, y sin esperanza alguna de volver a verlo, su ilusión vuelve al escuchar otra vez esa preciosa melodía. Como la primera vez, se arriesga a perder el metro y llegar tarde a la universidad, pero eso le da igual, a Elena tan solo le importa volver a ver a ese chico.
Después de recorrer los pasillos siguiendo la música, lo encuentra, y esta vez no puede evitar acercarse y preguntarle sobre su vida.Él le cuenta que se llama Álex, y que desde pequeño le apasiona la música, sobre todo tocar la guitarra. Además le cuenta que él solo toca su música en el metro por pura pasión, no por falta de recursos ni nada por el estilo.
Elena decide quedarse hablando un rato más con él, hasta que se da cuenta de que se le está haciendo tarde y se tiene que ir, pero para no volver a perder el contacto, se intercambian los números de teléfono para seguir hablando.
Cuando ella se sube al metro, recibe un mensaje de Álex, y están hablando por mensajes durante unas semanas, hasta que Álex le propone a Elena verse un día. Ella lógicamente acepta, porque sabe que entre ellos hay una conexión sentimental y deciden quedar un sábado para hacer un pícnic en el Parc de la Ciutadella.
Cuando Elena llegó al pícnic, Álex la estaba esperando con un ramo de flores, y ella no pudo evitar pensar en lo atractivo que era.
Mientras estaban haciendo el pícnic y explicando cosas sobre su vida, los dos se quedaron callados y mirándose a los ojos. Ahí fue el momento en el que Álex y Elena se dieron cuenta de que estaban enamorados los unos de los otros, y de que el amor real puede nacer en cualquier sitio, como puede ser, el metro de Barcelona.