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KQ

Cada día me subo en Torrassa y me bajo en Santa Coloma. Es mi recorrido diario de lunes a viernes. Al principio es bastante pesado el viaje, pero se supone que al final te acabas acostumbrando, ¿no? Salgo de casa y me pongo los cascos, entro al metro y, o  con suerte, encuentro sitio y me recorro la línea entera hasta la penúltima parada sentadita, o me toca estar de pie apretada como una sardina oliendo sobacos hasta las últimas paradas donde ya no hay casi gente. Dos opciones cada día. Cada semana.


Genial, ya me toca bajar en la siguiente. Al levantarme noto que piso algo así que me inclino a ver que es. Una tarjeta de cámara. Empezaron a pitar las puertas con ese ruido horroroso. A mi alrededor ya casi no quedaban personas, así que decidí recogerla y salir con prisa. Mientras caminaba hacia la universidad fui pensando en lo que podría contener esta tarjeta, fotos de amigos de un viaje. Lo que no pensé fue lo que encontré al conectarla al ordenador. Eran unas fotos en las que el protagonista era un chico de unos 30 años, bastante risueño y expresivo. Estaba de excursión en una montaña e iba junto a la chica que tomaba las fotos y un niño de 4 años. Seguí pasando las fotos y las siguientes eran en un camping y se veía la silueta de los tres junto al fuego tostando nubes. Se notaba que eran una familia feliz. Fui viendo las fotos distraída, mente hasta que algo me llamo la atención. Había un señor que se distinguía al fondo de algunas fotos repetidamente. Me empieza a fijar más y vi que era cierto. De alguna manera parecía que les estaba persiguiendo, pero se notaba que esas fotos tenían tiempo entre ellas, así que podría ser un familiar o algo, pero nunca salía en las fotos de protagonista, solo a lo lejos.  Me quedé algo incómoda y preocupada. Debía de encontrar al chico joven en el metro , ya que era el único al que se le veía bien el rostro, para advertirle del hombre de las fotos. 


A la vuelta me fijé, pero no encontré a nadie parecido, así que me costó conciliar el sueño esa noche y volví a revisar las fotos.


Día nuevo, tenía una misión. Volví al vagón del día anterior con un chute de café para estar más atenta todavía. Y entonces lo vi. El señor de las fotos me estaba mirando y parecía saber que yo lo sabía. Se sentó a mi lado y yo lo observé atónita sin saber qué hacer. Lo lógico sería que me asustara, pero por alguna extraña razón me sentía nostálgica y cómoda. Vi como se le cayó una lágrima y antes de poder hacer nada se bajó corriendo del vagón. Me quedé confundida hasta que alguien me dijo “Perdona, ¿esta carta es tuya? Lo digo para poder sentarme.” Sin saber por qué la cogí, ponía mi nombre. Adira. La abrí y me quede sin palabras. Había una foto de la familia, y la mujer era yo pero más mayor. Abajo ponía: Hoy me conocerás y pasaremos la mejor vida posible hasta que yo os dejé. Disfruta de la vida, por favor. -Roi.


 


 


 

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